Al igual que en mi anterior post, sobre muestras de ingenio, los tiempos siguen siendo los que son y poco a poco mejoran (o empeoran según se vea).
Yo por mi profesión debo viajar bastante y voy conociendo a nuevos profesionales y nuevas empresas según me vaya moviendo. Lo cierto es que durante estos años he visto desde personas y empresas que se han quedado bloqueadas e intentando subsistir a otros que directamente han cerrado ( ¡y no siempre por su propia inercia! A veces el contexto cambia demasiado rápido y nos coge a contrapié..)
Lo que quiero destacar de esto es que también me he encontrado, y muchas veces de manera muy inesperada, a gente con ideas y visiones increíbles e interesantes; mientras el consumo cae y el mercado se contrae, aparecen ideas y nuevas formas de trabajar en lugares insospechados.
Y eso es lo mejor de todo; en muchos casos salían de personas muy comunes, sin grandes curriculums vitae ni carreras universitarias prestigiosas. Personas normales que las vieron venir malas, y lo que hicieron fue quitarse de enmedio todos los pensamientos negativos que no hacen más que hacernos perder el tiempo y pensar en qué hacer y cómo hacer las cosas mejor.
Y de momento les va bien.
Una de las cosas que destacaría es su capacidad para no perder el tiempo con banalidades o miedos, que no llevan a ninguna parte y además te bloquean. Ese es un rasgo bastante común. Y según lo iba entendiendo me recordó una anécdota de un filósofo famoso por su conocimiento de nombre Sócrates.
Se cuenta que un día Sócrates se encontraba paseando cuando un conocido suyo llegó hasta él corriendo.
– Me han contado una cosa increíble de un amigo tuyo. ¿Sabes lo que es? le preguntó a Sócrates.
– Espera un segundo, replicó. Antes de que me lo digas, me gustaría que pasaras la prueba del triple filtro.
– ¿Triple filtro?
– Sí, es una manera de asegurar que lo que me vas a decir valdrá la pena escucharlo, dijo Sócrates
Empecemos, el primer filtro es el de la Verdad: ¿estás absolutamente seguro de que lo que me vas a contar es cierto?
– Seguro no, contestó el conocido. Sólo lo escuché por ahí y vine a contártelo…
– Muy bien, dijo Sócrates. ¡Entonces realmente no sabes si es cierto o no!
Sigamos con el segundo filtro, el de la Bondad: ¿lo que vas a contarme el algo bueno de mi amigo?
– No, todo lo contrario, contestó el conocido
Entonces, continuó Sócrates. tú quieres contarme algo que no es bueno sobre mi amigo, y además no estás seguro de que sea cierto. Bien, aún queda un último filtro, ¿lo que quieres contarme me va a ser útil en algún sentido?
– Ante la pregunta, el conocido contestó: No, realmente no
Bien, concluyó Sócrates. Si lo que deseas decirme no es cierto ni bueno e incluso no es útil, ¿por qué decírmelo?
- Centrarse en lo que toca, y además tener la iniciativa para analizar el problema que se tiene y de qué manera resolverlo. Esto es lo que hizo Pedro Téllez-Girón y Velasco, duque de Osuna, en el siglo XVII.
Resulta que por lo servicios realizados a la Corona, fue nombrado virrey de Sicilia.
En esos tiempos, este territorio era todo un desastre a todos los niveles: el comercio paralizado, la justicia comprada y la seguridad inexistente, con atracos y asaltos continuos.
Aparte de estos problemas, necesitaba reforzar la marina para evitar ataques de piratas, pero bien es sabido que la vida de galeras era muy difícil y no habían voluntarios. Además tampoco se podía obligar a mucha gente, ya que todos decían ser tullidos.
En una época donde apenas se podía demostrar lesiones de este tipo, ¿cómo hacerlo? ¿cómo animar a la gente que decía ser tullida a ser descubierta?
Se le ocurrió lo siguiente: convocó un concurso de saltos de altura, con premio de un doblón para los que superasen un listón y un escudo de oro para los que lograsen salvar otro más alto…. Fue un éxito de asistencia; cojos, ciegos, mancos, tullidos de toda especie se curaron instantáneamente para aspirar al premio: los que lo lograron, obtuvieron su doblón o su escudo… más diez años de condena a galeras por tramposos.
Al tiempo, nuestro duque fue nombrado virrey de Nápoles y de nuevo se encontró problemas similares. De nuevo encontró un gran número de pícaros, tullidos, heridos,…demasiados para ser verdad. El problema era que la gente de Nápoles conocía lo que había hecho en Sicilia para descubrir a los mentirosos y no podía hacer lo mismo.
La situación era preocupante: necesitaba tropas para la marina pero no sabía cómo. Estuvo unos días pensando qué hacer hasta que se inventó otro modo:
llegó al palacio y dio orden de que en una carreta con seis hombres, dos a las riendas y cuatro, uno para cada saco de monedas de oro de su hacienda, recorrieran la ciudad arrojándolas; ante la lluvia de oro, de pronto los tullidos dejaban de cojear, a los mancos les crecían los brazos y los que llevaban muletas las arrojaban para recoger las monedas…..y detrás del carro iba una compañía de infantería y a todos ellos los detenía por tramposos y mentir, ya que al hacer visible un defecto físico inexistente incurrían en ello para evitar el ser reclutados, para la marina o el ejército, además de retirárseles las monedas que habían recogido
Y de este modo, dos personajes históricos se planteaban los problemas y los encaraban.
Y una última anécdota graciosa, de uno de los mejores humoristas de la historia, Groucho Marx:
Inspección en la aduana
Al regresar de un viaje junto a su esposa, Groucho Marx tuvo que rellenar el típico formulario de inspección aduanera. Haciendo gala de su irónico y peculiar humor contestó algunas de las preguntas con respuestas de lo más absurdas, entre las que indicó que su profesión era la de contrabandista.
Eso hizo sospechar a los agentes, por lo que decidieron cachearle y registrar su equipaje. Tal y como acabaron su trabajo de inspección, Groucho se giró hacia su mujer y le preguntó:
«¿Qué has hecho con el opio? ¿Todavía lo llevas encima?»